martes, 7 de enero de 2020

Mis lecturas del 2020

Flash Boys ha sido mi primer libro concluído en este nuevo año.  En mi humilde opinión y a pesar de haber sido "best-seller", no tiene la mejor estructura y resulta muy pesado para los no apasionados del tema del "Trading".

Está lleno de términos técnicos y fácilmente el autor pudo haberse ahorrado unas 50-70 páginas. A pesar de ello, es una historia interesante (aunque por ratos aburre) sobre todo para los estamos cada vez mas involucrados en el tema de las transacciones bursátiles. Explica con lujo de detalles la falta de transparencia que impera en el mercado financiero norteamericano (falta de transparencia que ha sido exportada a otras latitudes por los mismos actores). 

Flash Boys es una obra de investigación de Michael Lewis, no es una novela, nos muestra crudamente cómo "el sistema financiero ha defraudado a los inversionistas". Cómo "el ícono del capitalismo global es un fraude" y cómo unos pocos a fuerza de pulmón y coraje se enfrentan a las grandes mafias corporativas que dominan las bolsas de valores (caso a ser emulado en el ámbito político).

Como bien apunta Lewis, "Nunca se podía saber con exactitud lo que estaba ocurriendo en el interior de los grandes bancos de Wall Street, pero pensar que eran entidades respetables y coherentes era un gran error".

Para mi, Flash Boys merece una puntuación de 3.5 de 5 y lo recomiendo a todo aquel que quiera enteder de manera clara cómo es la intervención de los super-computadores manejados por los operadores de alta frecuencia (HFT-High frequency trading), esos que cada vez tienen más espacio y mas poder sobre las bolsas de valores y sobre el sistema financiero mundial.

viernes, 31 de agosto de 2018

El veterano de los "boeprines"



Cada viernes se paseaba como un barco sin rumbo dando tumbos de bar en bar por “La Zona” con la misma camisa de cuadros, el sombrero de panamá, los pantalones “pachuco” y bañado de aquel dulce aroma de Vetiver que usaba para disimular el tufo.

El veterano de los boeprines me decían”, con esa frase que parecía ser su tarjeta de presentación rompía el hielo con cualquier solitario parroquiano que encontrara sentado en la barra de turno. En efecto lo había sido, no quedó un burdel de moda, una casa de cita o una prostituta conocida de los años ’70 que no hubiese sido suya.

Un caluroso domingo de verano había ganado el premio mayor de la lotería y sin pensarlo dos veces derrochó en un año hasta el último centavo entregándose a la bebida y los cueros. Como un reloj suizo se levantaba a las once, desayunaba en el antiguo comedor chino frente al parque Independencia, cruzaba a la barra Paco por la primera cerveza del día y empezaba su ruta de prostíbulos que se extendía hasta entrada la madrugada.

Había echado a un lado trabajo, mujer, hijos y amigos para entregarse de lleno a los placeres del sexo y la “buena vida”; hoy, casi medio siglo después, con la puesta del sol de cada tarde y en el ocaso de sus días, Marino cuenta con un entusiasmo de adolescente como si fuese un episodio de esta mañana, las historias de aquellos pubis peludos donde se sumergía cada noche en su burdel de turno.

viernes, 30 de mayo de 2014

The infamous Mary Ann Payton

1927 -
El escultural cuerpo de Mary Ann Payton todavía caliente se balanceaba desnudo colgado con aquel pedazo de sábana de seda que le había servido de horca. La policía de Ketchikan seguía interrogando una y otra vez con las mismas preguntas al primerizo jovencito de apenas 17 años que había pasado la noche con ella.

Mary Ann Payton, - Madame du Payton como todos en Ketchikan la llamaban - se había convertido en una tema casi mundial entre marineros y pescadores que surcaban el Pacífico.

Al despuntar de cada mayo, cuando la primavera se hacía presente en aquel pueblito de Alaska y hasta finales de septiembre, desfilaban por aquellos callejones de Creek Street centenares de hombres que llegaban desde los lugares más remotos del planeta atraídos por las historias que corrían de boca en boca, y de bar en bar, desde baja California hasta Juneau y desde Tokio hasta Yakarta, sobre las maravillosas atenciones de aquella prostituta de leyenda.

Entre aquellos meses y cada año las reglas de Madame du Payton eran estrictas, solo atendía tres clientes por día, cuatro horas con cada uno, dos horas de descanso entre cada turno, tres dólares por cliente. Los parroquianos tomaban sus turnos anotándose en un sucio cuaderno en el bar japonés que estaba al principio de la calle y a veces debían esperar hasta seis días para poder cruzar el umbral de la puerta de Mary Ann.

Tenía unos enormes ojos castaños, una cabellera ondulada del color de la caoba y un cuerpo tan perfecto y fuerte como un cedro. Pero la forma como mimaba a sus clientes  del principio al fin de la "consulta" era lo que convertía su casa en el lugar obligado de peregrinación de todos los que compraban amor por unas horas.

Jason Chapman, el jovenzuelo de San Francisco a quién le había tocado el último turno de aquella noche fatídica seguía respondiendo preguntas a la policía que no terminaba de entender como Mary Ann había roto su "protocolo de servicio" extendiendo su jornada durante toda la noche para atender aquel primerizo inexperto que había sido su último cliente.

Jason había contado con los más mínimos detalles todas las caricias y mimos que Mary Ann había hecho sobre su cuerpo y la policía morbosa, solicitaba una y otra vez que describiera todo de nuevo para disfrutar de aquella historia de "amor" que parecía extraída de un manual de sexo de la India.
En aquella noche sin oscuridad del solsticio boreal de 1927, la escultural mujer ahora muerta, parecía escuchar en cómplice silencio aquel interminable y monótono interrogatorio mientras se balanceaba suavemente como un péndulo sobre su propio eje.

Al final de siete horas de preguntas, se llevaron a Jason esposado,  tras un rápido juicio sin mas testigos que el informe de la policía, purgó una condena hasta su muerte en una glacial cárcel de Juneau, a los diez años de su prisión y hastiado por los interrogatorios de sus compañeros de infortunio comenzó a cambiar su versión de los hechos, dejaba embelesados a todos los inquilinos de la cárcel con su historia de cómo había colgado a Mary Ann porque quería que el jovenzuelo le hiciera el amor por séptima vez en una sola noche.


Nadie nunca supo jamás que Madame du Payton, aquella infame prostituta de Ketchikan que era la envidia de todas las "damas de compañía" de la costa oeste se había suicidado después de desvivirse en atenciones con aquel primerizo cuando a las cinco de la mañana mientras este dormía, descubrió la misma mancha de nacimiento en su nalga derecha de aquel hijo que había dejado abandonado en un basurero de San Francisco diecisiete años atrás.

30 de mayo del 2014

martes, 28 de mayo de 2013

Hay días II



Hay días que salir a pescar junto a ti es aventura,  
que el olor de tu pelo está en el aire,
que la lluvia al caer huele a nostalgia,
que el sabor del café es más amargo,
que la radio parece un misal de viernes santo.

Hay días que tu recuerdo trae sonrisas,
que es canela el color del cielo al caer la tarde,
que los periódicos parecen no tener letras
y que el teléfono suena sin consuelo.

Hay días que este tormento se hace grande,
que contemplar la mar en calma me hace fuerte,
que me desgasto clamando por tu nombre
y que el alcohol no me cura las heridas.

Hay días en que pienso ya no pensarte,
que cuando como parezco no saciarme,
que ando en tinieblas a plena luz del día,
que escucho canciones infinitas sin melodías.

Hay días que las calles no tienen nombre,
que el norte es cálido y el este trae mas fríos,
que mi boca te invita volver a aquel encuentro,
de besos que no fueron.... solo por miedo.

28-mayo-2013

miércoles, 22 de mayo de 2013

"Hoy como ayer"

Hoy como ayer, tu perfume sigue intacto,
tu saliva sigue fresca aunque tus labios no sean míos.
Hoy como ayer tus caricias aún las siento, 
tu mirada me atormenta 
y el calor de tus entrañas otra hoguera es que calienta.


Hoy como ayer la nostalgia es compañía, 
ya esas flores están marchitas, ya tu tiempo es compartido.

22-mayo-2013

martes, 7 de mayo de 2013

Insomnio


Voy a volverme a ver en tu mirada

Voy a saciar mi sed en estos besos

Voy a ir tras el aire que tu exhalas,

Y te volveré a amar allá en la loma.



Voy a ponerme alas como Ícaro

Para volar de prisa hasta tu casa

Y escribiré otro verso aunque no rime.



Voy a pedirle al mendigo su pobreza

Para implorar tu amor que es mi riqueza.



Voy a ser tartamudo por un dia

Para decir tu nombre despacito.


Voy a parar el tiempo en este instante,

Para que este sueño no se acabe

Y si despierto y ya tu no estas cerca

agarraré la noche por la esquina

para soñarte a solas sin testigos.


7-mayo-2013

sábado, 16 de febrero de 2013

Pérdida


"Con un nudo en la garganta y sin titubeos decidí entrar aquella pequeña habitación lúgubre, olorienta a medicamentos y brebajes, de nefasta apariencia por la poca luz y por ese ambiente cargado de muerte. Tirado en aquel camastro yacía su cuerpo hecho huesos."

Habían pasado 19 años desde aquel último encuentro. De pronto, mirándola hecha tiras recordé los besos que nos dimos aquella tarde lluviosa de octubre, revolcados como dos locos, fumados de la mejor yerba que se compraba en el barrio, enlodados hasta los tuétanos y llenos de marcas de mordidas de tanto amarnos

Recordé su perfume barato, su pelo desaliñado, su risa estridente, su piel tostada, sus uñas larguísimas con su "french" de florecitas amarillas, sus tangas negras y sus tetas al aire cada vez que íbamos a la playa.

Recordé la brisa revoloteándonos todo, la música alta, los tenis sucios.

Recordé su lengua, el brillo de sus pupilas incandescentes. Su cintura estrecha, sus brazos largos, sus piernas llenas de moretones de tantos tropiezos de tanto andar.
Y su vientre plano como una tabla y llena de vellos como una hiena.
Me acerqué y al oído le dije "Vida!", me miró sin verme, sonrió sin sonrisa, respiró profundo, musitó mi nombre sin articular palabra. Derramó una lágrima por su mejilla izquierda y comprendí sin prisa que su vida se iba.

Señaló aquel cofre sobre la coqueta. Me acerqué deprisa, lo abrí sin mirarlo, en el interior estaba nuestra foto, la de aquella tarde, la de las mordidas, la de los revuelcos, la de aquella yerba la mejor del barrio, la de aquella lluvia que nos enlodaba. Me voltié hacie ella pero estaba muerta, con su misma risa, ochenta libras menos.